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San Martín de Turumbang, un pueblo olvidado entre Venezuela y Guyana
"El Esequibo es nuestro", se lee en una valla de madera al borde del río Cuyuní en San Martín de Turumbang, un pueblo venezolano en la frontera natural con el territorio rebosante de petróleo que Caracas disputa a Guyana.
Al otro lado del río, banderas guyanesas ondean en fachadas de casas de madera con colores brillantes.
No hay electricidad, la vialidad es precaria y las posibilidades de recibir educación son limitadas: la vida es lejos de ser idílica en este paraje abrazado por inmensos bosques selváticos, que vive mayormente de la minería.
Pero los 3.000 habitantes del pueblo, en su mayoría indígenas, quieren salir del olvido y reclaman inversiones en infraestructura, más allá de cualquier pugna territorial.
San Martín de Turumbang fue una de las poblaciones que votó el domingo 25 de mayo por autoridades venezolanas en el nuevo estado de la Guayana Esequiba, un acto simbólico porque la región es administrada por Guyana.
Ambos países reclaman desde hace más de un siglo la soberanía sobre este territorio de 160.000 km2 rico en petróleo y piedras preciosas.
El caso llegó a la máxima corte de Naciones Unidas, aunque Venezuela no reconoce su jurisdicción y pide a su vecino volver a la mesa de negociaciones.
Es un proceso ajeno para este pueblo, el último antes de lo que Venezuela denomina "frontera de facto" con el Esequibo.
"Nos sentimos abandonados", remarca Telda Donald, una "esequibana" de 52 años que nació en Guyana pero tiene cédula venezolana.
- "Problemas" por ser venezolano -
San Martín de Turumbang está a 100 km de Tumeremo, designada por el gobierno de Nicolás Maduro como capital administrativa del nuevo estado de la Guayana Esequiba.
La carretera tiene tramos asfaltados y otros que se vuelven trampas de lodo con las incesantes lluvias. Solo pasan vehículos rústicos o motocicletas.
Algunas casas imitan a las construidas del lado guyanés. Hay pequeñas viviendas de madera y otras de construcción más elaborada.
El movimiento fronterizo a través del río era común, pero se afectó en paralelo al incremento de la tensión por el Esequibo, en medio del descubrimiento de gigantescas reservas de petróleo en la zona.
"Nos ha traído problemas", lamenta José Armando Ruiz, minero de 70 años. "Ahora uno no puede pasar porque es venezolano". "Antes pasábamos, íbamos para acá, íbamos para allá, trabajábamos conjuntamente, ahora no podemos ir pa'llá (Guyana)", añade.
José Mendoza, un minero guyanés de 34 años con más de 20 años en Venezuela, luce al día siguiente de las elecciones venezolanas una camiseta con la frase: "Essequibo is Guyana's".
Mendoza ríe mientras deja ver su diente de oro. Explica que se la puso porque no tenía más ropa limpia.
"Escucho que el Esequibo pertenece a Guyana, pero no sé", indica.
- "Alumbrados por las estrellas" -
El "capitán" indígena Brian Jacobs es la máxima autoridad en el pueblo. "Good morning! How are you? Welcome!", bromea en inglés, idioma oficial en Guyana.
Sus ancestros cruzaron hace décadas el caudaloso río Cuyuní tras la "Rebelión de Rupununi", un movimiento emprendido en 1969 por indígenas que buscaban separarse de la recién independizada Guyana y adherirse a Venezuela.
"El pueblo indígena fracasó en la recuperación de Guyana Esequibo en aquel tiempo", cuenta Jacobs.
La cobertura celular de una operadora telefónica de Guyana es buena, aunque la mayoría se comunica mediante wifi satelital. Las compañías venezolanas no brindan cobertura.
El pueblo necesita además unos 20.000 dólares mensuales para el combustible de las plantas eléctricas, pero llevan semanas durmiendo a oscuras por los mermados ingresos de la minería.
"En este momento estamos alumbrados por las estrellas, por Dios, por la luna, porque no tenemos gasoil", dice Jacobs, agobiado por la falta de fondos. "El gobierno nos tiene paradas las actividades mineras desde el año pasado".
- Clases en la zona en reclamación -
Una muestra del declive son los comercios cerrados, que estaban repletos en épocas de "bulla", como llaman a los nuevos yacimientos de oro.
La merma en la minería se refleja también en la escuela construida por la comunidad.
Con la minería reunían dinero para pagar a los maestros. Ahora "la mayoría de los niños están recibiendo clases en Guyana en la zona en reclamación", dice Jacobs.
Tres bases militares se encuentran entre Tumeremo y San Martín, con varios retenes policiales de por medio.
Uno de los fuertes militares está en Anacoco, donde hay una pequeña isla que mira de frente a Guyana. La Fuerza Armada venezolana instaló allí un puente que atraviesa el río Cuyuní pintado con los colores de la bandera: amarillo, azul y rojo.
Jacobs estima que la disputa debe tener una solución pacífica. Esto "tiene su historia de ciento y pico de años", dice, "pero es entre países, no entre nosotros los indígenas".
L.Stucki--VB